26 d’octubre del 2008

Elogi del parc (un altre memededicatòria blocaire, 10)


Recalo en el parque. He acudido a la cita con antelación a la hora indicada. Extraño en mí, ya que siempre hago esperar a mis interlocutores más de lo previsto. Yo fui muy puntual tiempo atrás. Pero me harté de ser siempre el primero y perder media hora de trabajo hasta que se completaba el grupo. Aprovecho el rato que me queda para dar un paseo tranquilo por el lugar. Hoy es domingo. Y brilla el sol. Pocos coches por la calle. El poco transito permite escuchar con calma las conversaciones ajenas. Soy curioso por naturaleza. Chismoso, dirían algunos. Pero el lugar me es extraño y camino cauto entre la gente. La mayoría, son parejas jóvenes. Parecen felices. Yo también lo fui una vez. Joven, quiero decir. Feliz, lo he sido medianamente siempre. Pasean solas o bien arrastrando parsimoniosamente un cochecito. Nunca pensé que hubiera tantos modelos diferentes. A veces, en él, dormita un bebé al que el calor de la mañana ayuda a alargar su siesta. Otros, que ya pueden dar cuatro pasos inestables, andan cogidos de la mano de sus progenitores. O corretean perseguidos por ellos.

Hoy es domingo. Y luce el sol. Una mañana idónea para el paseo. Y se nota en el rostro de la gente. En sus ropas. En sus diálogos. En sus andares. Estoy en el Turó Park, ocupado por hordas de ciudadanos que buscan su lugar de soslayo. Camino entre ellos, ajeno a sus problemas. Soy transparente a sus ojos. No soy de aquí. Nadie va a reconocerme.


Veo parejas de ancianos que se acomodan en un banco, musitando el paso de los años. Algunos tienen a sus nietos sentados al regazo y les cantan canciones que morirán con ellos. ¿Quién nos contará cuentos cuando ellos no estén? En sus ojos vidriosos y en sus joyas entreveo un antiguo boato. Las parejas jóvenes son gregarias por naturaleza. Y acuden a los rincones con sus vástagos a comentar el transcurso de la semana, sus quebraderos de cabeza en los negocios, sus próximas vacaciones de Navidad, cómo crecen los niños. Ellas son coquetas; rubias la mayoría. Visten tejanos y zapatillas deportivas blancas. Sus blusas dejan entrever unos pechos tersos, firmes, siliconados. Ellos son altos, tienen la sonrisa pronunciada. Gafas de sol en la frente. Camisas por fuera el pantalón. La inmensa mayoría hablan en castellano. Los tilos centenarios ahogan sus miradas furtivas.


Pero hay también personas solas. Muchas llevan sus perros a corretear entre los arbustos. Es una secular manera de relacionarse. Los perros intiman olisqueándose el rabo mientras giran y giran sobre un mismo eje imaginario. Sus amos encajan las manos o se besan tímidamente. Besos en el aire. Pero hoy es domingo, y el tiempo es relativo. Algunos canes chapotean en un estanque medio seco. La mayoría pasean asidos por una correa, tal y como se indica en las señales que sobresalen de los parterres. Tampoco se puede jugar a la pelota. Veo que la gente es obediente con sus obligaciones ciudadanas. Son gente educada. No hay estridencias, ni gritos. Ni música altisonante. No hay papeles en el suelo. Ni nadie haciendo un picnic que en estas latitudes sería sencillamente una insensatez. Las hojas de los plátanos yacen esparcidas por doquier.

Un hombre de aire paquistaní pasea unos globos multicolores cogidos de la mano. Una niña —dos años a lo sumo—, pide a su padre que le compre uno. El pakistaní suelta un´globo del muñón y se lo ofrece. Pero el padre tira fuerte del brazo de su hija y deja a uno y otra, sin su ilusión particular: ganarse tres euros él, dejar volar al aire un objeto extraño, ella. Pasa un hombre arrastrando una silla de ruedas. En ella, una mujer ladea la cabeza. Se cruzan con unos conocidos que intercambian los papeles. Ahora es ella la que empuja la silla. Y en ella va sentado su marido, con un bastón cruzado sobre las rodillas. Se detienen uno frente al otro. Si no fuera por el lugar, diría que se disponen a un combate caballeresco, jinetes montados con sus armaduras.


Pasan dos chicas haciendo footing por mi lado; gorras playeras recogiendo sus coletas y unos culotes ajustados que denotan unas piernas robustas y unas mejores nalgas. Tengo una leve erección. Una taca de sudor lineal recorre sus columnas. Les gritaría algo, pero los auriculares que llevan colgados les impiden oir más allá de mi deseo oculto. Hoy es domingo. El tiempo es liviano. El aire cansino, de un acto reflejo repetido. Veo como niñas bollycao corren al encuentro de una amiga con risitas histéricas. Se besan, se miran, se tocan. Los adolescentes de hoy son mucho más desinhibidos que en nuestra época. Por suerte.


Mis pasos me llevan a la glorieta donde sirven refrescos. Aquí, de pequeño, mis padres me trajeron a ver algún espectáculo infantil de marionetas. Hoy, los títeres son otros. Quizá yo mismo. Todo ha cambiado. Es la hora del vermouth. Siempre me ha gustado el blanco; seco. Sin hielo. Ni una mesa libre. Ni una silla libre. Hay un cierto jolgorio contenido. Algunos grupos han unido mesas entre si. Los niños corretean entre ellas. Es seguro que derramarán su inocencia y algún refresco sobre el suelo. Muchos cochecitos entorpecen el paso. Giro y me dirijo al recinto de juegos. Quizás encuentra allí a mi hija.


Siempre me gustaron los columpios. Era una manera de huir de la cotidianeidad cuando no existían playmobils ni nintendos. Las piernas bien arriba, queriendo tocar el cielo. Me gustaba columpiarme pero me gustaba más verlas columpiarse a ellas. Siempre deseando que en el salto final las falda cortas, plisadas, podían quedar cogidas y entonces entrever fugazmente sus muslos blancos. Sueños de niño enfermizo. Ahora los niños son diferentes. Los columpios son diferentes. El hierro ha dejado paso a la madera de exportación y el gris metálico de los toboganes es hoy una sinfonía de color parchís. Yo también fui niño y tuve niños pequeños con quien perder muchas tardes en parques públicos. Veo que éste está bien cuidado. Su arenal para los más pequeños está vigilado por niñeras de pago. Filipinas y ecuatorianas, se reparten a la par.


Veo una mujer joven sentada en un banco de madera con un cochecito a su lado. Cerca está un estanque con nenúfares. El niño juguetea con un sonajero mientras ella lee un libro. Me acerco para vislumbrar el título. Ya he dicho que soy curioso por naturaleza. Ve que me acerco y me sonríe mientras con la mano libre
-insitinto maternal-, ase al bebé. Debe temer que mo lo lleve. Le pido la hora, en catalán, Ella responde en castellano. Cierra la tapa. Los hombres que no amaban a las mujeres. Lo suponía. Dos mujeres se le acercan charloteando entre ellas. Van cogidas del brazo. Hay una morenez inequívocamente saludable en sus rostros. En algunas mujeres, ya maduras, sólo puede deberse es intensas sesiones de rayos UVA en gimnasios que no admiten nuevos socios.

Son mujeres maduras las que andan en parejas. Hay pocos hombres solos. Bueno, hay uno. Me fijo en él sentado en un banco solitario, en un rincón, en la penumbra de una encina recortada. Tiene un periódico abierto entre las piernas y un libro, de grueso lomo, al lado. Quizás desee pasar toda la tarde leyendo. Viste chaqueta deportiva. Pienso que es un atuendo excesivo para el calor reinante. Nos miramos de lejos. Puede que atienda una cita a ciegas y el libro sea el reclamo. Pienso que a lo mejor es él. Pero lo dudo. No lo imagino con una pulsera de oro ni un pelo tan desordenado. Sé que tenemos pendiente un reto. Y no me extrañaría nada que este parque fuera su lugar de encuentro. Y de entreno. El césped, los parterres y las sombras y son ideales para el culto al cuerpo y la práctica recóndita del amor. Aunque dudo que él entienda de uno y de lo otro.

Sigo mi camino hacia la salida. Allí está mi hija con un par de amigas. “Has tardat molt!”, me recrimina, tan solo al verme. Me da dos besos y un abrazo. Las hijas siempre han sido de los padres. No soy una excepción. Y me doy cuenta que estoy pensando en otra lengua ajena, que no es la mía. Y que escribo estas líneas impregnado en su recuerdo. Curiosa metamorfosis. Pero me dura el tiempo justo para volver a la realidad y pronunciar la frase: “M’agrada aquest parc. Té sort la teva amiga de viure-hi al davant.

I ens allunyem, la meva filla i jo, a peu, per endisar-nos a a altres geografies urbanes conegudes, segurament menys prosàiques, però no per això menys estimades.


Post dedicat al Paseante, en qui he pensat aquest matí tot passejant pels seus dominis.Espero que m'excusi les possibles -i probables- faltes ortogràfiques.


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13 comentaris:

Rita ha dit...

Potser li correspondria a ell ser el primer en comentar-te, però no me n'he pogut estar...

Un post preciós, d'aquells que tu saps fer tan i tan bé quan hi poses el que dus dintre.

Preciós, veí!

rhanya2 ha dit...

Ets únic, Veí... quin gust tenir-us al veïnat... a tots dos!

Striper ha dit...

Molt bé un bon relat...

Abogadaenbcn ha dit...

PLAS, PLAS, PLAS! molt bo. Ostis es raruuuuu llegir-te en castellà.

Emily ha dit...

Rita, Violette! De què aneu? El Veí té envejeta, dones. No sap com fer per a que us passeu al seu equip.
Veí, que de Paseante només n'hi ha un, i els entrenaments que fa al Turó tenen molta tàctica, i no la del "calladito" precisament! I de la pràctica no en parlem! Sap on estan el llocs més foscos i els "parterres" més alts.
De moment estem en forma ls seves donetes. A veure si les teves aguanten. Dus-les al Parc de la Pegaso, estimat. Crec que aquest t'escau més...;P
No t'enfades, Veí. Però el nostre entrenador...

Joana ha dit...

Quina ensabonada...Veí!
En saps un niu però, no et servirà de "res"...Ja saps com n'és de gentelman El Paseante!
Au bona nit i cuida't que tu també has d'estar "en forma"! ;)

el paseante ha dit...

Veí, aquest de la pulsera d'or i el cabell desordenat no era jo. Entre altres coses perquè mai vaig al Turó Parc en diumenge: és el dia en que us deixen entrar als dels "altres" barris :-)

Escolta'm una cosa: al final tindran raó els peperos, que a Catalunya la gent no aprèn el castellà a l'escola. Això de "la taca de sudor"... Manda güevos, que diria aquell. Formo part d'un col.lectiu anomenat "achúdam, hablam en castellán". Si vols venir, et podrem achudar.

Finalment, gràcies per la petita paròdia-homenatge (un dia te'n faré una a tu -sortirà sexe a collons, jaja). T'ha quedat una descripció del Turó Parc perfecta. És així com l'expliques. És així com visc jo el parc tantes vegades. Tal com el narres.

PD: Felicitats per la filla. No sabia que tinguessis una veïneta petita.

PD2: Disculpa'm tu també les faltes en català.

el paseante ha dit...

He intentat votar-te al TOP CATALÀ però no me'n surto. Ho fan difícil.

Rita ha dit...

( Emily, no has entès res, nena! Que era per despistar! M'ofèn que pensis que deixaré el "nostre" paseante tirat! ;-) )

Toy folloso ha dit...

Cada post teu es una sorpresa, veí.

MeTis ha dit...

no m'importaria perdre un diumenge passejant per aquest parc. de fet, potser hi vagi el dilluns que estire a barcelona, ja tinc ganes de vora algu nou.

petons.

Unknown ha dit...

Fa cosa d'un any i mig m'hi vaig passejar pel Turó Parc, un espai fins aleshores desconegut per a mi i va agradar-me. M'hi vaig trobar de casualitat, anant de sants a la Via Augusta per la superfície, un dia d'aquells que tens temps i t'ho pots permetre, sense metros ni ferrocarrils... I vaig pensar en el paseante, l'amic blocaire.

El veí de dalt ha dit...

Rita,
he de dir que ets la meva illa preferida?

Violette,
el mateix dic de vós!

Striper,
Mercès!

Abogada,
raru, raru!

Emily,
amb "defenses" com tu, el PAseante pot passejar tranquil. Ara bé, que no me'l trobi sol! ;-)

Joana,
jabón, jabón,...per la dutxa!

Paseante,
Merci, però no cal que "m'achudis" no m'axutxis. Ja tens prou feina de mantenir a ratlla el teu equip de "defenses" de pa sucat amb oli. Què els dones? ;-))

Rita,
a quan va el suborn?

Folloso,
i per mi!

Metis,
si trobes el Paseante, li fas la traveta dissimuladament! ;-)

Tondo,
a mi em passarà amb tu si vaig per Tarragona!